martes, 13 de agosto de 2013

Ojo avizor (publicado en Granada Hoy, el martes 13 de agosto de 2013)

Nos duela más o menos a algunos, es innegable que las sociedades reciben una impronta demasiado grande, yo diría que determinante en muchos aspectos, de la religión. Tanto es así que aún hoy en día hay zonas del mundo que no han superado la Edad Media. ¿Cómo es posible que se admita como democrática una constitución que establece la igualdad entre hombres y mujeres salvo en aquellos casos en los que se conculque la ley coránica? ¿Qué ley coránica? ¿La que interpretan los iluminados imanes, únicos con la razón suficiente para comprender los textos? El común de los mortales no puede entenderlos en toda su extensión y, por tanto, es hasta recomendable que no los lea. Así se le pueden contar adecuadamente. (Eso me recuerda mi infancia y adolescencia en la que crecíamos, sin ir más lejos, con el mito de Job como el paradigma de la paciencia. Sin embargo, si alguien se lee detenidamente el Libro de Job, comprueba cómo sus reacciones ante un Yahveh insidioso, cruel y caprichosamente despiadado son las normales: las de la queja, la rabia y casi la blasfemia porque este señor era humano). Pero es más, para deshonra y vergüenza de occidente, se confunde tolerancia con modernidad y se permiten tales prácticas medievales en medio de nuestras calles. Que una mujer no solo acepte sino que desee llevar un burka, o incluso un simple pañuelo sobre su cabello, como muestra de su modestia, castidad y sumisión al varón debería ser motivo de bochorno colectivo y erradicado de nuestra vida diaria, de la misma forma que fue erradicada la esclavitud: no olvidemos que había esclavos —y sobre todo esclavas— que adoraban a sus amos. Por eso admiro los valores republicanos franceses que, simplemente, han prohibido semejantes manifestaciones en lugares públicos. Que los países supuestamente democráticos toleren en otros la aparición y juego en las urnas de partidos semi o totalmente religiosos simplemente mirando hacia otro lado no deja de ser una muestra hipócrita de que lo que de verdad interesa a los políticos: el equilibrio de fuerzas necesario para mantener el statu quo inclinando siempre la balanza a los intereses de quienes los mantienen en el poder. Si algo ha supuesto el alcance paulatino de la modernidad en occidente, siempre lento pero progresivo, es en desprendernos del poder terrenal del clero, en la separación de lo divino y lo humano. Pero aún queda mucho por recorrer y muchos son los intentos de involución. El otro día, por ejemplo, el obispo de Sant Feliú de Llobregat decía que los fetos no son posesión de sus madres. Estemos atentos.

1 comentario:

  1. Ojo Avizor es un aviso a ‘navegantes’ acerca de que la cultura puede ser un lecho pantanoso si no se sabe uno situar ante el problema; estoy tan en lo escrito que podría ser hermano de pluma. La cultura se sirve de manera conjunta y completa, no se deja hacer cortes simplistas, y su mejor reflejo es la complejidad. JCTi nos advierte de la simbiosis entre religión y cultura, pero, en realidad el cuidado es por la segunda, pues se lo fagocita todo, ya que es la que proporciona el significado a nuestras acciones y hace que lo compartamos con los demás (de nuestro propio grupo, claro). Cultura es la llave que abre el cajón donde se comprenden las cosas sociales. Hurguemos dentro de la gaveta con… Estoy muy de acuerdo en que la tolerancia tiene un viso democrático, pero puede ser un mal uso si acepto lo del otro sin límites, y queda en entredicho que sea útil para convivir. Desde luego, esto es más que ‘modernidad’, es una ilusión de ella. Si no vean ustedes la conexión esclavitud (clásica, de producción), el sometimiento a los indígenas americanos (siglos XV-XVI, y colonialismo de los pueblos y culturas), el menosprecio cultural a la mujer (todos los tiempos…y en determinadas religiones)… y echen mano de todas las interrelaciones que hacen posible que esto alcance la etiqueta de producto cultural. Lo dicho (por mi JCTi), que hay que estar ‘ojo avizor’. Tengamos paciencia, y reflexión suficiente con argumentos para explicar cómo se administra el debate del quehacer democrático.

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