lunes, 17 de junio de 2013

Preguntas de un ignorante (publicado en Granada Hoy el 18 de junio de 2013)

Vaya por delante que mis conocimientos de economía me sitúan en esa vasta categoría de ignorantes que, sin embargo, sufren lo que los grandes conocedores, los grandes gurús, los insignes políticos tienen a bien. Vaya por delante que lo que aquí planteo no es fruto de un sesudo estudio académico y que, por tanto, me someto audazmente a la crítica de esos talentosos intelectuales que controlan la economía mundial. Sin embargo, mi afeitado e higiene diarios se ven invariablemente alterados por las noticias hasta el punto de llegar al riesgo del corte facial o de la conjuntivitis causada por el champú. Me asaltan preguntas que les transmito, amigos lectores, por si alguno tiene a bien respondérmelas y, con ello, alfabetizar económicamente a este pobre diablo que les escribe. 


¿Por qué el PIB de los países debe crecer sin pausa? ¿Qué desastres son previsibles si el crecimiento es nulo o, por un tiempo, levemente negativo? ¿Por qué la escala de medida es el año y no el lustro, por ejemplo? A lo mejor las cifras dejaban de ser tan alarmantes si se las promediara en periodos más largos. ¿Por qué se consideran derroches las inversiones en pensiones, educación y sanidad públicas —y por tanto carne de recortes— y no los dispendios en la proliferación cancerosa de políticos que, con desfachatez, se suben los sueldos? ¿Por qué las mismas evaluaciones numéricas que inducen a nuestros talentos preclaros a la tijera indiscriminada, tras la evidencia del fracaso de sus políticas, no los inclinan a un poco menos de corte y un poco más de confección?¿Por qué les permitimos que nos vendan como ciencia unas predicciones que más bien parecen resultados de estudiantes que desconocen —o menosprecian deliberadamente— variables tan importantes como las usadas? ¿Por qué se atienden a unas interpretaciones de los datos y no a otras en un ejercicio de mínima honradez científica y política? ¿Por qué se permiten los paraísos fiscales, incluso en el seno de supuestos estados de derecho, y no se los prohíbe, aborrece o asfixia diplomáticamente según el caso? ¿Por qué hay libertad de movimiento de capitales cuando se cercena el mero asentamiento de las personas?¿Por qué el error de cálculo o exceso de confianza de un particular ha de pagarse con el desahucio y la continuidad de la deuda mientras que al banquero le permite retirarse con una pensión millonaria? Mucho me temo que preguntas como estas van a seguir amargando mi higiene matinal y con ella el día entero mientras que el objetivo supremo sea el dinero y este se consiga con más facilidad en los parqués bursátiles que mediante la producción de bienes que tiendan a aumentar el bienestar de las personas.

lunes, 3 de junio de 2013

Malaf... no, mala educación (publicado en Granada Hoy el 4 de junio de 2013)

Siempre he dicho que mi condición de granadino voluntario me capacitaba más que a los naturales de la plaza para ensalzar las muchas bellezas que alberga esta ciudad embrujada, de mil rincones encantadores, de maravillosas luces y de no menos espectaculares y singulares sombras, con unos edificios que dan para escribir libros de más de ocho siglos de historia del arte. Me acuerdo que cuando convencía a mi mujer para trasladarnos, evocaba esa idílica primera etapa granadina mía durante mi época de estudiante. Ella, con su siempre lúcida racionalidad, me prevenía de lo que podía no ser más que sublimación de recuerdos ya antiguos y por tanto limados de toda arista incómoda. He de decir que tanto ella como yo no cesamos de alegrarnos por nuestra decisión, después ya de quince años que vivimos en Granada. Sin embargo, hay algo de esta nueva etapa que no pude prever con la información de aquella primera: la malafollá. Mi ingenuidad adolescente de entonces la atribuía al mal gusto de algunos que “infundadamente” acusaban a los habitantes de esta maravillosa ciudad. (En aquellos tiempos sí sublimaba uno todo). 


Como tantas otras cosas, el pasar de los años te enseña que, como le leí una vez a Antonio Gala, “un tópico no es más que una verdad que se repite mucho”. Y así es, porque este tópico encierra mucho de verdad. Para los no iniciados en la vida granadina hay que decir que la malafollá representa un cierto esprit de vivre, un supuesto gracejo o sentido del humor especial de los naturales de esta vieja ciudad en el que se refleja un aire fatídico de la vida. Pero es que, escudados en ese pesimismo conformista granadino, numerosos lugareños llegan a mostrarse hoscos y zafios sin que uno llegue a entender por qué y, desde luego, sin que llegue a parecer gracioso o agradable. ¿Cómo es posible que en la cochera de mi casa, al encontrarme a un vecino, este no me responda a mi saludo previo? ¿Por qué uno debe ser el primero en saludar al entrar en un comercio para no ser correspondido después? ¿Por qué no se puede reprender a un conciudadano cuando deliberadamente tira desperdicios al suelo sin recibir una retahíla de improperios? ¿Por qué no se respetan los lugares públicos como hospitales y se utiliza el teléfono a voz en grito? Hay tantas preguntas como estas que uno, en fin, llega a sospechar que más que malafollá, aquí abunda la mala educación. ¿Es eso cierto? ¿Es figuración mía? Como granadino voluntario también me creo capacitado para solicitar encarecidamente la colaboración de mis convecinos a fin de despejar mis dudas y erradicar esta sospecha.