domingo, 3 de febrero de 2013

¿Ignorancia, retórica o cobardía? (publicado parcialmente en el diario Granada Hoy el 26 de febrero de 2013)

Por más que rebusco en el diccionario, en los diccionarios, no consigo ver ese concepto moral del honor, tan español por su intangibilidad, asociado a algo que no sean personas. Por más que intento recordar de los libros que he leído alguna excepción, por más que me atrevo a justificar alguna acepción que se refiera a otra cosa que no sean seres corrientes y molientes, ciudadanos para los que existe un sentido del deber y cómo cumplirlo, no lo logro. Por eso, cuando estos últimos días estos politicastros de medio pelo nos aturden haciendo referencia al honor de su partido, entro en la perplejidad más absoluta, casi en parada cardiorrespiratoria: no se de qué me hablan. ¿Será ignorancia lo que les lleva a utilizar ese término? Me digo que no, que no puede ser: la mayoría de ellos son "de letras" o, por lo menos, se les supone un cierto grado de educación que impediría tamaña equivocación. ¿Será, por el contrario que, en un alarde de retórica, están personificando esas beatíficas organizaciones suyas tratando a la vez de enaltecer el castellano? No puedo responderme sino en negativo por la mera constatación empírica de la altura de los debates parlamentarios en los que la pueril locución "y tú más" es sobreabundante, pertinaz como la sequía. Desde finales del siglo XIX, las cotas de la elocuencia política sólo han llegado en escasas ocasiones a la categoría del "Al alba, con fuerte viento de levante..." con que nos regalaron la noticia de ese motivo de orgullo patrio tan pírrico como el de Perejil. ¿Qué será, pues? ¿Por qué insisten unos y otros en la honorabilidad de su partido como si con ellos no fuera personalmente esta película? ¿Por qué no mencionan directamente el nombre de quien los acusa con sus anotaciones, una persona física, bien física y bien tangible, no como el honor, sino que se sienten ofendidos y mancillados por anónimas campañas (los malvados medios de comunicación) que sacan a la luz las pruebas de dicha acusación? ¿Por qué mienten y tratan de insultar nuestra inteligencia negando la albura a lo que jamás podrá tener el más mínimo indicio de oscuridad? (Léase blanqueos fiscales efectuados por honorabilísimos imputados, que no condenados). ¿Qué persiguen sus señorías? ¿Será acaso que su gallarda postura los lleva a escudarse en el anonimato del grupo, de la masa? ¿Será que con ello quieren esparcir sus responsabilidades entre la siempre fácilmente inflamable comunidad gregaria? ¿No se dan cuenta de que entre sus militantes y simpatizantes mayoritariamente honrados e intachables, puede haber un buen número que no se deje vender gato por liebre y, consiguientemente, les salga el tiro por la culata? ¿Por qué en esta piel de toro nadie dimite cuando  se ve envuelto, aun sólo en su entorno, por asuntos turbios o cuando su partido, tan democrático él, le hace comulgar con ruedas de molino? ¿Es tal la fascinación y la dependencia generadas por el poder? ¿No serán estas posturas meras declaraciones de la más infame cobardía que pretenden poner al partido como víctima de conspiraciones bastante inverosímiles por otra parte? Digo esto porque periódicos tan difícilmente conciliables como los dos de más tirada en nuestro país han coincidido en estas denuncias. ¿No sería mucho más fácil contestar que sí, que toda esa contabilidad manuscrita no es sino mero borrador de la (única) que con toda transparencia obra en manos de la autoridad tributaria? (Resulta bastante inverosímil que sólo los apuntes que ya han sido reconocidos por sus destinatarios sean ciertos y que el resto, en su conjunto, sean pura falsedad). Me temo que cualquier otra explicación, declaraciones de la renta incluidas, nos resulte a la mayoría de los ciudadanos extraña y torticera. 

Pero esta actitud irresponsable y vergonzante no sólo se exhibe en uno de los lados de la cámara. Sus otras señorías que tanto gustan de oírse a sí mismas protestando por la conducta de los otros ante los micrófonos de la prensa, no pasan del cachete parlamentario amistoso, casi dulce, equiparable al de la madre amantísima que trata de enjugar las lágrimas de su bebé. ¿Será que, en el fondo, también tienen algo que ocultar? Ante esta situación, es normal que la ciudadanía se encuentre hastiada de políticos ignorantes, iletrados y cobardes, pero más aún de un sistema de partidos y un sistema electoral que favorecen el medro de estos y que impiden las mínimas salubridad y transparencia que un sistema que se llama democrático debería poseer para sentirse decente.

http://www.granadahoy.com/article/opinion/1468717/ignorancia/retorica/o/cobardia.html