martes, 27 de agosto de 2013

El lado equivocado (publicado en Granada Hoy el martes, 27 de agosto de 2013)


Hace dos semanas comentaba aquí casos extremos de influencia religiosa nociva en nuestras sociedades. Pero hay otras situaciones menos evidentes, más sutiles, e incluso más cercanas a nosotros que igualmente tienen su origen en la influencia religiosa. Es el caso de muchos de nuestros comportamientos sociales, de nuestra idiosincrasia e identidad a veces calificadas de latinas y que yo, sin embargo, identificaría más como herencia religiosa. El siglo XVI fue clave en la historia del mundo occidental y se podía caer en uno u otro lado de la contienda. A nosotros, desafortunadamente, nos tocó el equivocado en vez del triunfador. Con todo un imperio y unas riquezas sin parangón en la historia de la humanidad, nuestros mentecatos monarcas optaron por subrogarse a los intereses del Vaticano y con ellos a toda la cultura de haz-lo-que-sea-que-siempre-hay-momento-para-el-arrepentimiento-y-el-perdón-finales. Se puede triunfar siendo un vago. Es más, si se cometen desmanes, un buen acto de contricción en el momento adecuado lo arregla todo en un plisplás. He aquí una de nuestras máximas culturales nacionales: el más listo es el que gana más dinero con el mínimo esfuerzo. En el otro lado, en el de la Reforma, el interés por separar lo divino de lo terreno condujo a la comprensión de que solo el esfuerzo te dirige al triunfo. Es verdad que en ese lado a menudo se confunden éxito con mérito a veces injustificadamente, pero también es verdad que les hace aplicar medidas sensatas para labrar el futuro. Ante la necesidad de recortar por la crisis, unos —los de este lado y con tristeza he de reconocer que independientemente del color político— concluyen que todo lo que no produce un beneficio directo e inmediato (no se sabe si a todos o a unos pocos), como la educación, la salud y la investigación científica merece la fortuna de ser sacrificado en aras de la mejora económica. En el otro lado ya se dieron cuenta hace mucho del ingente esfuerzo y tiempo que hay que dedicar a esos tres pilares básicos de la sociedad para que se pueda labrar un futuro sin lastres y sin taras y deciden no ya recortar como en otras partidas sino incrementar los presupuestos. Véanse los casos de Alemania y Estados Unidos. Esa postura tan nuestra no es sino una concesión a la pereza intelectual que impide a nuestros gobernantes comprender lo mezquino y lo parcial de sus medidas fáciles. La prosperidad no se alcanza trincando sino trabajando. Espero que si en algún momento se dan cuenta de su error y se arrepienten no encuentren fácil el cristiano perdón.

martes, 13 de agosto de 2013

Ojo avizor (publicado en Granada Hoy, el martes 13 de agosto de 2013)

Nos duela más o menos a algunos, es innegable que las sociedades reciben una impronta demasiado grande, yo diría que determinante en muchos aspectos, de la religión. Tanto es así que aún hoy en día hay zonas del mundo que no han superado la Edad Media. ¿Cómo es posible que se admita como democrática una constitución que establece la igualdad entre hombres y mujeres salvo en aquellos casos en los que se conculque la ley coránica? ¿Qué ley coránica? ¿La que interpretan los iluminados imanes, únicos con la razón suficiente para comprender los textos? El común de los mortales no puede entenderlos en toda su extensión y, por tanto, es hasta recomendable que no los lea. Así se le pueden contar adecuadamente. (Eso me recuerda mi infancia y adolescencia en la que crecíamos, sin ir más lejos, con el mito de Job como el paradigma de la paciencia. Sin embargo, si alguien se lee detenidamente el Libro de Job, comprueba cómo sus reacciones ante un Yahveh insidioso, cruel y caprichosamente despiadado son las normales: las de la queja, la rabia y casi la blasfemia porque este señor era humano). Pero es más, para deshonra y vergüenza de occidente, se confunde tolerancia con modernidad y se permiten tales prácticas medievales en medio de nuestras calles. Que una mujer no solo acepte sino que desee llevar un burka, o incluso un simple pañuelo sobre su cabello, como muestra de su modestia, castidad y sumisión al varón debería ser motivo de bochorno colectivo y erradicado de nuestra vida diaria, de la misma forma que fue erradicada la esclavitud: no olvidemos que había esclavos —y sobre todo esclavas— que adoraban a sus amos. Por eso admiro los valores republicanos franceses que, simplemente, han prohibido semejantes manifestaciones en lugares públicos. Que los países supuestamente democráticos toleren en otros la aparición y juego en las urnas de partidos semi o totalmente religiosos simplemente mirando hacia otro lado no deja de ser una muestra hipócrita de que lo que de verdad interesa a los políticos: el equilibrio de fuerzas necesario para mantener el statu quo inclinando siempre la balanza a los intereses de quienes los mantienen en el poder. Si algo ha supuesto el alcance paulatino de la modernidad en occidente, siempre lento pero progresivo, es en desprendernos del poder terrenal del clero, en la separación de lo divino y lo humano. Pero aún queda mucho por recorrer y muchos son los intentos de involución. El otro día, por ejemplo, el obispo de Sant Feliú de Llobregat decía que los fetos no son posesión de sus madres. Estemos atentos.