martes, 7 de mayo de 2013

Los colores del cristal (publicado en Granada Hoy el 7 de mayo de 2013)


Cuando pienso en la historia que nos enseñaban en los años sesenta y setenta, experimento un verdadero cóctel de sentimientos desde el sonrojo hasta la rabia. Sólo se destacaban las áreas menos comprometidas del pasado remoto o los episodios que hablaban de pasajes gloriosos que reforzaban una imagen tan monolítica como falsa de una España maniquea, unidad de destino en lo universal, en la que el lapso musulmán no era sino oprobio y la sacrosanta expulsión de moros y judíos había constituido uno de los mayores éxitos por los que sentirse orgullosos. Por supuesto, las dos etapas republicanas eran mencionadas como de pasada, como verdaderos interludios entre las actuaciones beatíficas de reyes que hoy sabemos absolutos, abyectos o necios. Pero es que además se nos vendía con impunidad que vivíamos en un reino (¡sin rey!) en el que todo gobierno provenía de la intervención divina directa. Y la geografía no podía ser menos. Enorme ahínco en la memorización de accidentes físicos y capitales de países, pero ningún atisbo de discusión relativo a diferencias políticas, no fuera que por estudiar los modos republicanos surgieran en las nuevas generaciones irreverentes instintos contra el orgullo monárquico. Hoy, sin embargo, se emplean dos cursos enteros en conocer que el pico más alto de Lanzarote se encuentra en el macizo de Famara a (nada menos que) 671 m mientras que se ignora por completo dónde se encuentran el Mont Blanc, el Kilimanjaro o el Everest; se dice que el río Ebro es un río catalán que nace en tierras extrañas; o se emplean dos semanas en aprender las líneas de autobuses urbanos de Valladolid. Así mismo, se contraponen ¡en páginas adyacentes y con imágenes del mismo tamaño! a Tanausú y a la reina Isabel I de Castilla cuando, además, no se ha oído hablar de Carlo Magno o Catalina la Grande. Es cierto que los contenidos han disminuido desde entonces, pero no la tendencia al adoctrinamiento con (distintos, eso sí) intereses políticos espurios. Seguimos tal como éramos. Luego, algunos claman contra la educación para la ciudadanía, como si aprender los valores democráticos constitucionales, los derechos individuales y civiles, la igualdad entre sexos, o los comportamientos de mínimo respeto en público fueran verdaderos atentados contra la libertad individual. Por favor, no nos tomen el pelo. Enseñen a nuestros hijos a ser críticos, a juzgar por sí mismos, a no creer en supercherías y a entender que, excepto en ciencia —y a veces también en ella—, “todo depende del cristal con que se mira”.

1 comentario:

  1. Contenidos (curriculares) cercanos sin crecer a mundanos, apropiación de la verdad fabricada del contenido (curricular), rechazo al contenido (curricular) por 'abuso' de pensamiento social,... ¡Caramba! Esto suena a control sobre el contenido (curricular). Será que eso de lo curricular es peligroso. Solución del necio: ni aprendamos ni enseñemos el contenido (curricular), hagamos el nuestro y vigilemos el contenido (curricular) laico.

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