Los seres humanos tenemos una clara tendencia a creernos en el uso y posesión de la verdad. Tal sesgo puede resultar inocente e incluso divertido en un tertulia entre amigos y, a la vez, puede ser inmensamente peligroso cuando quien lo esgrime tiene verdadero poder sobre otras personas. Por eso la sociedad, a lo largo de su historia, ha ido estableciendo reglas que limitan, que modulan esos poderes aunque no siempre lo ha conseguido. Los seres humanos somos (a veces) tan sensatos que la propia infalibilidad del papa, ésa que muchas beatas creen a pie juntillas, ni ha existido siempre (se estableció en 1870 en el Concilio Vaticano I) ni tiene lugar cada vez que habla (sólo es infalible cuando lo hace “ex cathedra” porque entonces se supone lo hace por inspiración divina): la última vez que habló “desde su silla” fue en 1950, cuando Pío XII estableció la asunción de la Virgen (¡toma inspiración!). Y es que, claro, hay que limitar de alguna forma la autoridad del papa por mucha que se le quiera reconocer. Por eso, yo que critico a Stephen Hawkins cuando pontifica diciendo que los seres humanos estamos a punto de conocer el universo por completo (será él porque, desde luego, al resto de los mortales nos falta aún bastante), me irrito sobremanera cuando veo la desfachatez e impunidad con que nuestros dirigentes políticos actúan e intentan hacernos comulgar con ruedas de molino. ¿Cómo es posible que los mismos a quienes el comienzo de la crisis los pilló mirando a otro lado sean quienes ahora dicten las normas que han de seguir las economías nacionales de los distintos países? Tan sólo sabemos que la administración Obama va a exigir responsabilidades a Standard & Poors. A ninguna otra se le ha ocurrido. ¿Cómo es que tras la constatación del retroceso de prácticamente todas las economías europeas, incluida la alemana, nuestras tecnocráticas e ilustradas autoridades continúen insistiendo en las políticas de austeridad? ¿No se dan cuenta que la experiencia está demostrando palmariamente la equivocación de sus teorías? Manejan variables sin justificación y utilizan extrapolaciones que más se parecen al barrunto del brujo de la tribu que a verdaderas teorías falsables con fundamento científico. ¿Se pensarán que somos ineptos? ¿Creerán que hablan ex cathedra? Oigan: ustedes están recortando mi salario, reduciendo mis derechos ciudadanos, permitiendo que mis vecinos se vean desahuciados; está bien, pero, por favor, no insulten mi inteligencia.
http://www.granadahoy.com/article/opinion/1478920/ex/cathedra.html
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¿Donde se metan los adivinos cuando hay que decir algo de interés para el bolsillo de los demás? ¿Dónde están las respuestas a las mejores preguntas? Todo es una gran mentira, una encima de otra. La verdad tiene una gran dificultad, y es que no podemos describirla de forma completa hasta que no sepamos un solo trocito que nos falte. Si embargo, nos disfrazan verdades con meras intuiciones. Aquí te quiero ver, queridas economía y teología.
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